lunes, 3 de marzo de 2014

Reflexividad, ese bonito palabro

Que no reflexión, en lo que me hallo patosamente (cué) inmersa, pequeño enmudecimiento y abstracción temporal que me ha asaltado al salir de Conde Duque. Andaba, de nuevo, pensando en ti -por culpa de ese grupo repleto de barbas- mientras me comía un plátano. ¿Qué pinta tengo ahora mismo? ¿Te reirías de mí, viéndome, cual hámster, con los carrilos llenos? ¿ Te acercarías? ¿Te...interesarías?
Falsa alarma. Plátano en estómago, cáscara en papelera, pies casi en calle Princesa.
¿Nos volveremos a ver algún día? (¿Por qué esta incertidumbre disfrazada de certeza? esa que me hace repasar impaciente marañas aleatorias de rostros repartidos por avenidas y pasos de cebra con monigotes en verde). ¿Cuándo será?
¿Aparecerás en uno de esos días grises y fatídicos, verás temblar al mundo en mi expresión? ¿O en uno de esos abriles soleados, que se manifiestan con esa efímera luz que conociste, esa ilusión? (Qué cursi suena todo esto seguido, no pretendo rimar -nota al ausente lector-).
¡Bien! saltemos, desde esta alta rama, al grano de una vez por todas: yo no tengo esa luz. Tú ya lo sabes (¿lo sabes?) . Yo quería tenerla porque tú creíste que existía. No sé ni cuántos actos he realizado en nombre de esa ilusión, aunque probablemente, a los pocos, los efímeros plomos de esa especie de aura se fundieron. Y esa oscuridad, que realmente era parte de ti, empezó a pertenecerme también a mí. Pero ¡basta de escalar!, mantengámonos aquí, junto a la tierra mojada y las hojas secas.
Visto y no visto, y sin embargo mis años se han teñido de un tú que no eres tú. ¿Y si no hubieras sido? ¿Cómo habrían sido mis años? (¿Cómo han sido los tuyos?). Como nunca lo sabré y tú, en realidad, no tienes aquí el papel protagonista, puedo llegar a la conclusión de que un yo teñido (y desteñido) de ti, se halla hoy por hoy concentrado en la idea de un encuentro. Ese en que, no ya la luz, sino ese nuevo juego de luces de lamparillas halógenas , sol y sombras, deje a tus sólidas y maduradas ideas hechas trizas, escombros, jirones, polvo. Una concentración de experiencia, de luz de sol de poniente, que sirva para cambiar toda una perspectiva. Que propicie un pequeño enmudecimiento y abstracción temporal, una búsqueda de nuevo material con que construir los cimientos.

Yo sabré que ese momento quizá será una brillante concentración de virtudes para nada reflejo de mi existencia, una vil tapadera, pero estaré satisfecha. Por fin. O no. ¿Me estaré comiendo un plátano?
Cómo estar segura, con esta incertidumbre disfrazada de certeza.

No hay comentarios: