domingo, 13 de marzo de 2011

Pompas

Un gato dándole zarpazos al ovillo de lana que tengo por mente sacaría más provecho al tiempo que yo intentando desenredarlo. Al menos, él se divertiría un poco. Seguro que sabe que escarbando a conciencia encontraría en el núcleo de esa maraña enfermiza una puerta a un mundo paralelo en el que, en ese momento, habría otro gato aparentemente distinto, jugando con un ovillo de lana de distinto color, acercándose a lo que nuestro gato entiende por mundo real. Seguro que piensa, divertido, ¡de lo que es capaz la mente para convencernos de que no estamos solos vayamos donde vayamos!... aunque en realidad, lo estemos. Lo de sentirse solo viviendo con gente continuamente alrededor no es nada nuevo, así como sentirse pequeño, torpe y primitivo en una gran ciudad. A veces prefiero mi pompa, esa que establece la barrera entre un entorno susceptible y traicionero y la seguridad de sentirse a salvo, como cuando de pequeña jugaba al pilla-pilla y saltaba a esa sagrada porción de tierra bautizada como casa. Es el alivio que me invadía en ese momento lo que añoro y más ansío cuando la vida se empeña en dar por saco. Qué voy a decir sobre la evasión. Cada cual que se fabrique su propio salvavidas, que nos encontraremos todos flotando. Y para cuando volvamos a caminar con responsabilidades a la espalda, quizá nos invada la curiosidad de saber qué habría contestado aquel vecino de flotador de habernos atrevido a preguntar: y tú... ¿de qué huyes?

1 comentario:

Anónimo dijo...

no kerer ser un ser insustancial, con una historia y con un futuro incierto que controlas vagamente pero con agradecimiento.

de todo lo que me complace, no atarme y poder romper los hilos sin tener que anudarlos por miedo a perder la ilusion.

no consigo cosas que envidio, pero se que es por decision propia y lo unico que espero es que si algun dia quiero cambiar no tenga miedo de hacerlo.